En el libro Monjas millennials: Reflexiones sobre la vida espiritual en un mundo de redes sociales, ocho Hijas de San Pablo comparten testimonios sobre su vocación, cada una con su humor y su gracia. La obra incluye, además, algunas reflexiones sobre cómo afrontaron la pandemia.
Las Hijas de San Pablo, una congregación religiosa fundada en Italia en 1915 por el Beato Santiago Alberione, son conocidas a menudo como las “media nuns”, es decir, “hermanas que anuncian a Cristo utilizando todas las formas de los medios de comunicación”.
Pero en el prólogo inicial, Sor Marie James Hunt hace una importante aclaración: las Hijas de San Pablo no son monjas, técnicamente.
“Las diferencias entre una hermana religiosa y una monja son que nosotras, las hermanas, estamos comprometidas con la sociedad, compartiendo nuestras vidas, oración y ministerio externamente, mientras que una monja permanece en su claustro ofreciendo oraciones y sacrificios, tales como el silencio y el ayuno, como su principal ministerio”, explica.
Por tal motivo, las Hijas de San Pablo pueden evangelizar de varias maneras, incluso a través de las redes sociales.
“El P. Alberione recibió su inspiración para hacer algo grande por la gente del nuevo siglo cuando estaba en oración”, cuenta sor Marie.
“Como joven seminarista, él sintió que Jesús lo llamaba a utilizar los poderosos medios de comunicación para comunicar la Buena Nueva del Evangelio”, agrega.
Las hermanas han continuado esta misión, utilizando los medios como una salida creativa para predicar el Evangelio, elaborando imágenes para Instagram, grabando podcasts y videos o utilizando la tecnología dentro del convento.
Las hermanas “son muy conscientes del poder de los medios de comunicación para influir en los individuos y las sociedades”, afirma la hermana Marie.
Historias de sus vidas
En este libro, las religiosas cuentan la historia de sus vidas, con anécdotas divertidas, experiencias difíciles y desgarradoras, y testimonios de humildad y docilidad.
Cada capítulo de Monjas millennials presenta una historia muy diferente, desafiante e inesperada de la transformación personal.
La primera historia es de Sor Amanda Marie Detry, quien inició su viaje aprendiendo el lenguaje de Dios. Aunque, estuvo vacilante al principio, encontró inmensa libertad en su “sí” al Señor.
La hermana hace hincapié en cómo sus dones y talentos -concretamente el canto- eran apreciados y apoyados en el convento.
“El mundo necesita el don de nuestras voces y nuestras vidas, para que pueda encontrar en nosotros -como mis hermanas y yo hemos encontrado en Cristo- un lenguaje de vida a través del cual también pueda elevar la plenitud de su corazón a Dios”, añade.
La hermana Tracey Dugas, por su parte, afirma que obedecer al Señor le ayudó a descubrir un don en la escritura. Ella tiene una cuenta de Instagram (@sistah_tee_letters) donde comparte mensajes escritos a mano, revelando lo que Dios le comunica al corazón.
“A través de nuestra misión mediática, llevo mi relación con Dios al mundo y muestro con mi testimonio lo que significa ser discípula”, escribe.
Además, explica que, aunque las redes sociales pueden llegar a distraerla de los encuentros “con Dios, conmigo misma y con los demás, hay diversas maneras en las que estas mismas redes pueden utilizarse como medio para un testimonio auténtico”.
“¿Qué mejor manera de contar la historia de cómo estoy tratando de permanecer con Jesús, en la locura que es 2020, que a través de un post diario? Las redes sociales son una gran plataforma para este tipo de testimonio”, acota.
Facultad creativa
En cada capítulo, una nueva facultad creativa cobra vida en una hermana. La hermana Danielle Victoria Lussier pasó toda su vida creando: siguió una carrera como artista y cineasta antes de darse cuenta de que el mundo la estaba consumiendo.
Tras su conversión, su capacidad artística se transformó radicalmente en un servicio para el Señor.
“Puse todos mis dones artísticos en el altar y le dije a Dios: ‘devuélvemelo cuando pueda usarlo sólo para tu gloria'”, escribió.
“Dios sacó orden del caos, belleza de la fealdad y vida de la muerte, y nos invita con cada aliento a co-crear con Él en nuestra vida diaria. … El arte bueno y verdadero debe vivirse con Dios. Es el amor re-creador lo que hace que el arte y la vida sean verdaderamente bellos. Quédate y juntos harán cosas hermosas. Él hará una obra maestra con tu vida”, enfatiza.
Estas historias están bellamente entretejidas en un testimonio mayor sobre la providencia de Dios. Las “monjas millennials” persiguen radicalmente la transformación del mundo a través de los medios de comunicación, dependiendo de la obediencia al Señor.
“Mi vida es un regalo total de Él, y Él quiere mi total dedicación mientras me esfuerzo por devolvérsela”, escribe la hermana Emily Beata Marsh.
“Al fin y al cabo, esto es la vocación: devolver mi vida a Dios con amor, poco a poco, día a día, hasta que le pertenezca totalmente”, puntualiza.