Mijail Gorbachov, quien murió este martes a los 91 años, cambió el curso de la historia al desmantelar a la Unión Soviética (URSS).
Su posición le valió el respeto en Occidente y el desprecio de muchos rusos.
Con la “glasnost” (apertura) y la “perestroika” (reestructuración), Gorbachov desencadenó las fuerzas que condujeron a la disolución de URSS y su propia expulsión del poder.
Fue reverenciado en Occidente por defender la libertad y el cambio en una época en la que muchos pensaban que la Guerra Fría no terminaría nunca.
Gorbachov se convirtió en una figura odiada por muchos rusos que lo consideraban responsable de la destrucción del otrora poderoso imperio soviético.
Mientras estuvo en el poder, optó muchas veces por la paz en lugar de la confrontación, acelerando el deshielo de los lazos con Occidente.
Tuvo sus estrechas relaciones con líderes como el canciller alemán Helmut Kohl y el presidente estadounidense Ronald Reagan.
Una recordada frase la primera británica Margaret Thatcher resume cómo era visto desde el otro lado de la Cortina de Hierro: “Me gusta Gorbachov. Podemos hacer negocios juntos”.
Pero cuanto más aflojaba las riendas durante su mandato (1985-1991), más era opacado por el enérgico Boris Yeltsin, entonces un comunista en ascenso.
Cuando la URSS colapsó en 1991, Gorbachov ya era irrelevante.
¿Quién fue?
Nació el 2 de marzo de 1931 en una familia de campesinos de la región de Stavropol, al sur de Rusia.
Creció con las dificultades de la Segunda Guerra Mundial y el gobierno represivo del dictador Joseph Stalin.
El régimen estalinista condenó a su abuelo a nueve años en un campo de trabajo.
De niño, Gorbachov era brillante y trabajador. A los 16 años recibió la Bandera Roja del Trabajo por ayudar en una cosecha récord.
En 1950 consiguió una codiciada plaza en la universidad estatal de Moscú para estudiar derecho.
Cinco años después, el ambicioso graduado y su joven esposa Raisa volvieron a Stavropol, donde comenzó un rápido ascenso en las filas del Partido Comunista.
Así se convirtió en el miembro más joven del Politburó, a los 49 años, en 1979.
Seis años después se hizo cargo del mayor Estado del mundo y de la segunda superpotencia cuando fue elegido secretario general del Partido Comunista en 1985.
A sus 54 años y lleno de ideas frescas, Gorbachov era un sorprendente contraste con los gerontes ideológicos que hasta entonces controlaban el Kremlin.
Con su política exterior, Mijaíl Gorbachov al frente de la Unión Soviética sacudió el orden mundial.
Desactivó el conflicto nuclear entre Estados Unidos y la URSS con acuerdos de desarme, retiró las tropas soviéticas de Afganistán y aflojó las riendas de los países satélites de Europa del Este.
En Rusia, la perestroika y la glasnost provocaron ondas sísmicas. Decenas de miles de presos políticos fueron liberados entre ellos el científico y disidente Andrei Sajarov.
Fin de una era
Pero Gorbachov fue acumulando nubarrones. Su intento en 1985 de reprimir el abuso crónico del alcohol fue un desastre, minando el presupuesto del Estado y ganándose el odio de los campesinos amantes del alcohol.
Su estímulo de la libertad aceleró la desintegración del multiétnico imperio soviético.
Desde las repúblicas bálticas hasta el Cáucaso y Asia Central, los movimientos independentistas y las luchas interétnicas sacudieron la aparentemente invencible estructura soviética.
Mientras, la glasnost trajo una oleada de vergonzosas revelaciones sobre el oscuro pasado de la Unión Soviética.
En 1989, los países de Europa del Este derrocaron a sus gobiernos comunistas y se derribó el Muro de Berlín.
En 1990, Gorbachov fue elegido primer y último presidente de la Unión Soviética, pero en pocos meses tuvo que enfrentarse a una revuelta de los comunistas de línea dura.
Un golpe de Estado de agosto de 1991 fracasó, pero fue el desafiante Boris Yeltsin quien se enfrentó a los rebeldes y se convirtió en un héroe nacional.
Mientras Gorbachov permanecía bajo arresto domiciliario en Crimea.
Poco después, la Unión Soviética desapareció y con ella el poder de Gorbachov.
En un artículo publicado en 2016 admitió su cuota de responsabilidad en el colapso del mundo soviético.
“Pero mi conciencia está limpia”, escribió entonces en un periódico ruso. “Defendí la Unión hasta el final a través de medios políticos”.
Enfrentado al ostracismo en Rusia, ganó el Nobel de la Paz en 1990, recorrió el mundo dando conferencias.
Respaldó causas ambientalistas, y emprendió campañas de recolección de fondos para su fundación.
Sentimientos mezclados con Putin
En 1996 se postuló a la presidencia, pero obtuvo apenas el 0,5% de los votos en esas elecciones ganadas por Yeltsin.
No obstante, mantuvo algo de influencia a través de periódico Novaya Gazeta, del cual era uno de sus dueños.
Mientras Putin se afianzaba en el poder, Gorbachov parecía debatirse entre la preocupación por la represión de las libertades civiles bajo el mandato de ese antiguo agente del KGB y el respeto por el resurgimiento de Rusia en la escena internacional.
Al cumplir 80 años Gorbachov criticó lo que consideraba una “imitación” de la democracia en Rusia.
Pero en 2014 respaldó a Putin en la anexión de la península ucraniana de Crimea y censuró a Occidente por su “euforia y triunfalismo” tras el colapso de la URSS.
Con los años fue reduciendo sus apariciones públicas, pero siguió defendiendo las causas que defendió toda la vida.
Fue mordaz cuando Donald Trump anunció en 2018 que Estados Unidos se retiraría del Tratado de Misiles Nucleares de Alcance Intermedio que Gorbachov negoció con Ronald Reagan en 1987.
“Un gran peligro … se cierne ahora sobre todo lo que hemos conseguido en los años transcurridos desde el final de la Guerra Fría”, escribió.
“La política, y no las armas, es la clave para resolver los problemas de seguridad”, escribió Gorbachov.