Por: Elkin De la Hoz
Columnista Deportivo
Twitter: @tiburoncanibal
Normalmente cuando escribo estas columnas, blogs o como les parezca mejor llamarlas, hablo de Junior, su funcionamiento táctico, o de sus errores y virtudes dentro del terreno de juego.
En fin, intento posar o lo que es peor aún, pasar por analista de fútbol. Pero hoy, quiero dejar de lado todos esos “análisis”, sistemas tácticos, etc. Para hablar de mí.
O más bien, de ese hermoso día cuando me di cuenta de que me había atrapado una pasión que más nunca me dejaría. Quiero hablarles, del día que me hice de Junior.
No fue fácil les confieso. Hubo que derribar obstáculos, pero lo que se quiere siempre cuesta. Las dos casas al lado de la mía y un par más al frente eran verdaderos “fortines” verdolagas.
Ahora que recuerdo bien, era una mini colonia paisa. De hecho, mis dos mejores amigos de esa época (obvio, vecinos) eran hinchas de Nacional.
Bueno, por lo menos eso creo; no sé qué tan hincha podíamos ser unos niños de no más de 5 años.
Pero lo cierto es que siempre los veía o recuerdo verlos con sus camisetitas del verde de la montaña, obviamente financiada e impuesta por sus padres que, como dije anteriormente eran hinchas furibundos del verde y le estaban trasmitiendo esa herencia a sus hijos, uno de los más grandes tesoros que nos pueden heredar los padres.
Por ese lado tampoco tenía muchas esperanzas. ¿Porqué? Se preguntarán ustedes.
Pues resulta que mi madre, es hincha ferviente del UNIÓN MAGDALENA.
Como pueden ver y analizar, las probabilidades que un niño de 5 años que crece rodeado de hinchas de Nacional y el Unión Magdalena se haga hincha de Junior, son muy pocas.
Sí señores, era un panorama oscuro. Todavía recuerdo la fiesta que hubo en mi cuadra por la conquista de la Libertadores por parte de Nacional:
Pitos, festejos, abrazos y lágrimas abundaban no solo en los hinchas “verdes” que habían colonizado mi cuadra, si no en todos los habitantes de esta.
Y es que a raíz de ese título Nacional ganó muchos hinchas alrededor de Colombia.
Por lo menos estoy seguro de que, los hinchas de mi generación que tiene Nacional y no son Antioqueños, se hicieron del verde gracias a eso.
Yo por mi parte, me dormí porque había colegio, y fue para mí como un día absolutamente normal.
Y no era que no me interesaba el fútbol. Por el contrario, ya era un apasionado por el mismo.
Recuerdo los super clásicos contra los de primero A, donde ¡perder era la deshonra! Se podía perder contra cualquier primero, menos contra los de A.
Por ese entonces, ver camisetas de Nacional era muy común, pero a mí, ni fu ni fa.
Hasta que un día, un hermoso día, mi mejor amigo del colegio, Marcos (no recuerdo su apellido) me invitó con su papá al estadio, jugaba Junior vs Sporting.
Ese día conocí mi primer amor. Lo mío fue amor a primera vista, me enamoré del metro, de su alegría y de todo lo que representa Junior.
Me enamoré perdidamente de unos colores que representan mucho más que un equipo de fútbol.
Representan el sentimiento de una ciudad, su estilo de vida, su alegría.
Ser de Junior es hermoso.
Solo aquellos que tenemos el privilegio de amar estos colores y de reír, celebrar y llorar por ellos, entendemos que Junior es mucho más que un equipo de Fútbol.
¡Solo aquellos que hemos alguna vez gritado a todo pulmón y con el puño en alto JUNIOR CAMPEÓN! sabemos lo que es felicidad.
Solo aquellos, que hemos llorado con sus derrotas entendemos que el amor duele.
Solo aquellos, que volvemos al estadio después de una derrota, sabemos y entendemos que el amor verdadero no traiciona, ni abandona.
Todavía recuerdo perfectamente ese día QUE ME HICE HINCHA DE JUNIOR.