El iceberg A68, como era conocido, quedó hecho pedazos luego de que se desprendiera en 2017 de la Antártida, en el hemisferio sur de la Tierra.
Varios satélites lo rastrearon durante todo este tiempo a la deriva y, ahora que prácticamente ya no existe, aseguran que no vale la pena seguir trazando su recorrido.
Eran casi 6.000 kilómetros cuadrados de hielo. Esto medía el iceberg A68, como lo bautizaron cuando se desprendió de la Antártida en 2017.
En ese momento, se convirtió en uno de los icebergs más grandes registrados por satélites. Hasta este fin de semana.
El gran témpano de hielo flotante, que hacía parte de la plataforma de hielo Larsen C, una de las tantas que integra la península antártica, despertó la curiosidad de los científicos.
Muchos se apresuraron a analizar las rutas que podría tomar el inmenso bloque desprendido.
Las fuertes olas y corrientes de aire desestabilizaron el A68 y empezaron a arrastrarlo mar adentro en dirección norte.
El bloque de mil millones de toneladas de peso se movió por el Atlántico Sur hacia el Territorio Británico de Ultramar de Georgia del Sur.
Es en esta pequeña isla donde terminan muchos de los icebergs más grandes, ya que quedan atrapados y, en consecuencia, son condenados a morir gradualmente.
Al iceberg A68 lo fracturó, hasta desaparecer, el agua cálida y las temperaturas altas del aire.
Se fue quebrando a la vista de los satélites que lo rastrearon durante los más de tres años que duró a la deriva, quedando en fragmentos cada vez más pequeños.
La tarea a veces no era fácil, por la nubosidad del área donde se encontraba.