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Revelan estudios sobre sexualidad en jóvenes del Atlántico

¿Qué pasa por la mente de adolescentes y jóvenes cuando se enfrentan a los retos más complejos y profundos de su sexualidad? ¿Qué rol juegan madres, padres y funcionarios de cuidado y protección, en la prevención o reproducción de problemáticas como el embarazo en la adolescencia y la violencia basada en género? Un estudio de PBX, Grupo de Investigación en Comunicación, Cultura y Cambio Social de la Universidad del Norte, se sumergió en ellos y ellas.

–Yo quisiera saber qué les viene a la cabeza, a la mente, cuando escuchan la palabra sexualidad. Puede empezar la que sea. Sin decirnos el nombre si quiere –señaló la mujer que estaba facilitando un taller con adolescentes del Atlántico, para indagar sobre los conocimientos, actitudes, normas sociales y prácticas que regían su sexualidad.

–Sexo

–dijo alguien después de unos segundos de silencio. Al fondo se escucharon algunas risas.

–¿Ah?

–Sexo

–Ajá… ¿qué más?

–Embarazo –señaló alguien más en un tono muy bajo, entre dientes.

–¿Ah? No escuché bien… Dijeron sexo, ¿Y qué es sexo?

–Relaciones sexuales –dijo una joven y, nuevamente, se escucharon carcajadas.

–¿Alguien más se le viene otra cosa a la mente? ¿Alguien había dicho embarazo? –preguntó la facilitadora.

–Yo, yo dije –respondió una joven.

–Yo también había escuchado, pero no estaba segura –dijo otra.

–Entonces: sexo, embarazo, eso lo que se les viene. Sin embargo, les comento que sexualidad tiene que ver con muchas cosas. No solo con las relaciones sexuales. Tiene que ver con el cuidado de nuestro cuerpo, conocer nuestro cuerpo, protegernos… Tiene que ver con lo afectivo, con sentir emociones, con los sentimientos; con tener un proyecto de vida, sueños, metas. ¿Qué les gustaría ser a ustedes cuando estén grandes?

El estudio

Esta conversación hizo parte de un estudio que realizó PBX, Grupo de Investigación en Comunicación, Cultura y Cambio Social de la Universidad del Norte en alianza con el Fondo de Población de las Naciones Unidas –UNFPA–.

El objetivo era recoger evidencia que permitiera comprender cómo adolescentes y jóvenes, entre los 10 y 17 años, de cuatro municipios del Atlántico (Barranquilla, Soledad, Campo de la Cruz, Santa Lucía), entendían, interpretaban, cuidaban y asumían su sexualidad. El estudio debía centrarse en tres temas: embarazo en la adolescencia, Infecciones de Transmisión Sexual (ITS), incluyendo VIH, y Violencia Basada en Género (VBG).

Los resultados servirían para entender las características y necesidades de una población priorizada en un proyecto liderado por el UNFPA y la Organización Mundial de la Salud –OMS–, con el fin de diseñar y evaluar un programa de Educación Integral en Sexualidad por fuera de la escuela. En Colombia se denominó “Tírala Plena” y fue implementado por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar –ICBF–.

Cinco países

Estas agencias de la ONU seleccionaron cinco países para desarrollar este proyecto: Etiopía, Ghana, Irán, Malawi y Colombia. Aquí, en nuestro país, se decidió trabajar en el departamento del Atlántico, con poblaciones en contextos vulnerables, de escasos recursos económicos, con problemas de venta y consumo de drogas, y con alta presencia de personas que migraron de Venezuela.

El grupo de investigadores de la Universidad del Norte, liderado por el sociólogo Jair Vega Casanova, se propuso comprender no solo qué pasa por la mente de jóvenes y adolescentes, al asumir cotidianamente su sexualidad, sino también qué pasa por la cabeza de padres, madres y funcionarios públicos, responsables y garantes de sus derechos sexuales, su cuidado y protección.

“Si uno quiere explicar el embarazo en la adolescencia o la violencia basada en género no puede quedarse solamente en los comportamientos de adolescentes y jóvenes. Hay otras determinantes, como el contexto familiar e institucional, que es necesario analizar”, explica el profesor Jair Vega.

El estudio se concentró en tres aspectos: conocimientos, actitudes y normas sociales; “tres lupas para mirar esta realidad”, dice el profesor Jair Vega. Luego explica que partieron por los “conocimientos” porque “hay teorías que explican que para que haya un comportamiento deseado en protección, cuidado y decisiones autónomas sobre la sexualidad, lo primero que se necesita es que las personas conozcan.

Grupos focales

Si no conozco no puedo tomar decisiones claras sobre mi sexualidad. Por ejemplo, muchas prácticas cotidianas son desconocidas como violencia basada en género, incluso por las mismas víctimas. Lo mismo sucede con normas sociales que legitiman comportamientos negativos”. Se realizaron grupos focales con 150 adolescentes entre los 10 y los 17 años. Se entrevistaron 24 padres y madres, y 22 funcionaros.

Hubo talleres de análisis de redes sociales, mapas corporales, colchas de retazos. Uno de los principales hallazgos, como lo reflejó la escena del comienzo de este texto, es que los conocimientos de jóvenes y adolescentes sobre sexualidad son “insuficientes”, “carentes de fundamento científico”, “permeados por muchas creencias y argumentos falsos”, “limitados al aspecto biológico y genital de la sexualidad”, como señala el informe ‘Investigación formativa para contar con elementos de contexto para el diseño y la puesta en marcha del proyecto de educación integral en sexualidad –EIS– fuera de la escuela’, que el grupo de investigación le entregó a la UNFPA y está a punto de ser publicado en una revista científica de alto impacto.

“Existe un patrón intergeneracional: si una mujer ha sido madre, al menos una vez, antes de los 19 años, la probabilidad de que su hija también lo sea, es alta”, señala el informe del Grupo de Investigación en Comunicación, Cultura y Cambio Social PBX. Bajo esta premisa es comprensible que el embarazo adolescente en Colombia sea una espiral que no cesa. Una de cada cinco mujeres colombianas entre los 15 y los 19 años ha estado alguna vez embarazada, según cifras del Ministerio de Salud.

Embarazo adolescente

El último dato, de 2021, señala que la tasa de embarazo adolescente en las mujeres de este rango de edad es de 52,8 nacimientos por cada 1000 mujeres (en 2019 era de 57,9 y en 2020, de 53,7).

Ha disminuido, sí. Pero dentro del panorama mundial sigue siendo un reto enorme frenar esta problemática de salud pública que genera impactos sociales, psicológicos y económicos; que arrastra barreras para el desarrollo educativo y laboral de las mamás; que representa un riesgo para las vidas de madres e hijos (muertes maternas, abortos inseguros); que reproduce la pobreza.

Para tener un punto de comparación, la tasa de fecundidad adolescente promedio de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en 2019 fue de 21,56 nacimientos por cada 1000 mujeres de 15 a 19 años.

Esta investigación encontró que jóvenes y adolescentes valoran de manera negativa el embarazo a temprana edad, principalmente, porque obstaculizaría sus sueños y ocasionaría problemas con sus familias. Sin embargo, no tienen conciencia sobre otros riesgos y consecuencias, como en la salud y otras dimensiones de sus vidas.

No reconocen la Interrupción Voluntaria del Embarazo ni como derecho ni como una opción válida ante un embarazo no deseado o a temprana edad. Consideran que el embarazo en la adolescencia es una consecuencia por desobedecer a los mandatos y límites que establecen las familias y refuerza la sociedad.

“Regalo de Dios”

Coinciden en que el embarazo en la infancia y la adolescencia es un acto sancionable por la población adulta, en cambio, sienten que existe una aceptación social cuando el embarazo conlleva a la formación de una nueva pareja; en estos casos un hijo o hija son considerados “un regalo de Dios”.

En esta parte del estudio se les preguntó por los métodos anticonceptivos. La conclusión: en general sus conocimientos son “muy superficiales” y, en algunos casos,“no muy precisos o errados”.

Algunos ejemplos: en Santa Lucía y Campo de la Cruz las adolescentes de 10 a 13 años saben de la existencia del condón, pero nunca lo han visto o aseguran haberlo visto inflado como decoración en fiestas de adultos. Hombres adolescentes de 14 a 17 años de Santa Lucía y Barranquilla mencionaron casos en los que usan “bolsitas de bolis” como condón. Hombres adolescentes de 10 a 13 años de Santa Lucía creen que el viagra sirve como método anticonceptivo.

En algunos casos, adolescentes hombres de todas las edades asumen que la pastilla del día después es un método anticonceptivo. En todos los grupos de edades hay jóvenes que coinciden en que el mejor método anticonceptivo es abtenerse de tener relaciones sexuales.

Un hallazgo esperanzador: algunas mujeres adolescentes de 14 a 17 años consideran que, aunque no está bien visto que una mujer le pida a su pareja usar preservativo porque socialmente es visto como una “señal” de promiscuidad, “ya es hora de ir cambiando ese concepto porque la mujer tiene que tomar la iniciativa para protegerse”.

Ellas están rompiendo eso que impactó de manera especial a Gabriela Monsalvo Molina, egresada del programa de Comunicación Social de la Universidad del Norte y participante de la investigación: “Hay unas actitudes y creencias alrededor la sexualidad que han cargado moralmente, sobre todo, a las mujeres. Una culpa sobre nuestro cuerpo que cargamos desde muy jóvenes”. Un patrón que no tiene por qué ser condena.