Por Hugo Penso Correa
El pasado 17 de marzo, cuando el Instituto Nacional de Salud confirmó los dos primeros casos de covid-19 en la ciudad de Barranquilla, el alcalde Jaime Pumarejo publicó en sus redes sociales que se trató de dos viajeros procedentes de España que se mantenían aislados en sus residencias. Aunque en ese momento las autoridades no especificaron su ubicación geográfica, para ese fin de semana se hizo público un escándalo, incluso reseñado a nivel nacional por importantes medios de comunicación como la revista Semana y el periódico El Tiempo, relacionado con la celebración de un muy elegante matrimonio en un club al norte de la ciudad al cual habrían asistido cerca de quinientas personas entre quienes estaban, además de la “crema y nata de la alta sociedad de esta pujante urbe”, los familiares de los dos infectados por el coronavirus. El tema fue tendencia en las redes sociales e incluso hubo comunicados de las mismas autoridades locales, tratando de explicar cuál fue su papel al momento de conocer la situación, de los dueños de la fiesta, y del club en donde se realizó la boda, quienes se defendieron de los que los tildaron de irresponsables por permitir el encuentro cuando ya todos en el país estábamos advertidos sobre la llegada del altamente contagioso virus.
Las recriminaciones no solamente se referían a la temeridad de reunir a tanta gente a sabiendas de lo peligroso que era en ese momento -lo es todavía hoy y lo seguirá siendo a futuro por mucho tiempo- agrupar a tanta gente que por cercanía estaban compartiendo saludos y muchas otras cosas, sino porque, como se vio en redes sociales, durante la “hora loca” de la fiesta la temática fue “una burla al coronavirus” con disfraces de enfermeras y médicos con gigantes jeringas aplicando inyecciones a los invitados que reían a carcajadas mientras avanzaba la parodia. Un acto desafortunado porque el mensaje que parecía estarse enviando es que los participantes del festejo se sentían muy por encima de los demás, no solamente al ponerlos en riesgo, sino que además, estaban mofándose de una situación que a todas luces no era para tomar a la ligera.
Dos meses después en Barranquilla tenemos un panorama totalmente distinto en cuanto a la distribución de los contagios en las diferentes localidades de la ciudad. Sería una irresponsabilidad del tamaño de una catedral afirmar que a partir de esos dos jóvenes provenientes de España se derivaron los 626 casos positivos que hoy nos muestran las autoridades sanitarias. Precisamente, por la alta facilidad de propagación del virus es que, a Barranquilla, por su condición de conglomerado industrial, comercial y portuario, su altísima dosis de indisciplina social y la poca capacidad de nuestros dirigentes para ejecutar efectivos procesos de cultura ciudadana que nos lleven a mantener las medidas de aislamiento que urgentemente debemos observar, es que el virus tuvo muchas vías de entrada y se ha expandido por todo el territorio, pero en mayor medida por los barrios del sur.
Llama la atención que según las más recientes encuestas tanto el alcalde de Barranquilla como la gobernadora del Atlántico son muy bien calificados por el manejo dado a la crisis. De ahí se parte de un dilema que conlleva a varios interrogantes: ¿Para qué sirve tener una alta aceptación si la gente no le copia al mandatario? ¿Acaso los mensajes no son claros y contundentes? ¿Por qué en ciudades como Medellín o Bucaramanga se están teniendo mejores resultados frente a la contención de los contagios si, en teoría, estamos haciendo lo mismo?
No nos podemos llamar a engaños y pensar que, por ser la ciudad de la gente chévere, en donde por encima de todo está el Junior, el Carnaval, la gozadera y la mamadera de gallo, no iba a pasar nada malo. Incluso, antes de la pandemia teníamos un 56% de la población viviendo de la economía informal (cifra que no se la ha inventado nadie, sino que sale de los estudios económicos de Fedesarrollo). Son demasiadas las personas que derivan el sustento diario para sus familias del rebusque y que en su gran mayoría residen en las localidades Suroriente, Metropolitana y Suroccidente, sectores en donde hoy está 73% de todos los contagiados que aparecieron en Barranquilla desde el 17 de marzo y estas tres localidades mantienen el mismo porcentaje de casos activos, es decir de personas que, si no mantienen los protocolos de seguridad, van a seguir expendiendo los contagios.
A esto hay que sumar un aspecto muy importante y no menos preocupante y es que las localidades más afectadas son las fronterizas por el sur con el municipio de Soledad y de ahí hacia adelante siguen los municipios del área metropolitana (a excepción de Puerto Colombia) en donde hay más casos con respecto a la población que tienen. Mientras en la capital del Atlántico la tasa de contagios por cada cien mil habitantes es de 39,89, en Soledad es de 57,82. Si seguimos avanzando hacia el sur el asunto se complica ya que en Malambo la cifra es de 64,78 y Sabanagrande, que es el tercero a nivel nacional está en 164,43.
Obviamente, lo que tienen en común las localidades del sur de Barranquilla y los municipios antes mencionados son las condiciones socioeconómicas de la población. Pero hay que tener mucho cuidado de no caer en la conceptualización simplista de que los pobres son los afectados porque no son capaces de cumplir con las restricciones impuestas para evitar que ellos mismos se contagien. Es frecuente escuchar, con toda razón, que esta crisis no está pegando igual de duro a todos, sin distingo de estratos, pero lo que no podemos desconocer es que el norte hay una mayor capacidad de aguante (ya sea porque la despensa está llena y no hay necesidad de salir, se puede hacer teletrabajo o simplemente se tienen los ahorros suficientes) en cuanto a la necesidad de tener que aventurarse a la calle para garantizar el sustento.
Sobre el covid-19 no ha libretos prestablecidos y es muy poco de lo que a ciencia cierta se tiene certeza y todos estamos en el modo de ensayo y error. Hoy lo único que está claro es que solamente si hay una decisión personal de cada uno de nosotros para evitar contagiarnos y así no contagiar a los demás, ya habremos avanzado un gran trecho en este largo sendero que el planeta entero está caminando al lado de este coronavirus.