sábado, noviembre 23, 2024
Opinión

LA QUEJADERA Y LA ACHANTADERA, TENDENCIAS SOCIALES

Dos hábitos o tendencias caracterizan a muchas personas en los últimos tiempos, la primera casi siempre es consecuencia de la segunda.

Me refiero a la quejadera y a la achantadera, palabras típicas de mi tierra que forman parte de las expresiones populares  y comportamientos habituales que algunos  asocian con el aburrimiento y otros justifican incluso con el calor o el frio, dependiendo del clima.

Nos quejamos todo el día, en las redes sociales, del vecino,  del ruido, de la familia, del trabajo, de los políticos y de un sinfín de situaciones cotidianas, pero luego de quejarnos nos achantamos en un silencio absoluto que se rompe cuando la quejadera se apodera nuevamente de nuestro estado de ánimo.

Las redes sociales se convierten en el desahogo y explosión del temperamento y carácter, en ellas se expresan pensamientos, se discute, se habla  y se hacen comentarios  sin parar, pero luego los interactuantes se achantan y pasan a un estado de tranquilidad cuando al final de las discusiones tienen la última palabra, sienten respaldo a sus opiniones, o simplemente el tema se minimiza dando paso a otro asunto de más actualidad.

Después de varios días de opiniones polémicas, la cuestión va dejando de ser importante, ya nadie dice nada, ya pasó de ser un tema viral en las redes sociales o trending topics y cuyo efecto no fue otro que quejarse simplemente.

Las personas se  quejan del bullicio, pero hablan gritando -especialmente a los niños-, contribuyen pitando desde su carro, escuchan la música a todo volumen, disfrutan del ruido ensordecedor de sus fiestas y sin embargo, solo se quejan cuando estas acciones son promovidas por los demás, afectándoles directamente.

La gente se queja todo el tiempo, esperando que otros asuman el primer paso para cambiar algo que no les gusta y es realmente en ese momento cuando no existe una iniciativa propia de acción sino una sutil transición a la achantadera.

En la intimidad de muchas familias, siempre hay un motivo de queja, no se toman decisiones importantes, no se termina una relación que no funciona ni conduce a una vida feliz, no se proyectan planes en familia, la gente se queja de la comida, de los hijos, de los padres, de los hermanos, de la pareja y sus miembros no son capaces de enseñar valores ni de promover cambios de unidad, ni de bienestar para sus hogares.

En las familias hay quienes callan por evitarse problemas, porque hablar y comunicarse es sinónimo de enfrentamiento, entonces es mejor que la vida pase mientras se sigue achantado.

El trabajo es la quejadera máxima del ser humano, desde el minuto uno del día en que “toca” prepararse para ir a trabajar hasta el momento en que llega la hora de irse a casa. En el trabajo se quejan del jefe, de los compañeros, de las labores asignadas, del sueldo, del horario, etc…

Cuando la quejadera es en el trabajo y por el trabajo, la achantadera se convierte en frustración, la gente se siente esclava pero no busca algo mejor que hacer. Se convierten en empleados frustrados que no sueñan con ser felices, ni con alcanzar sus metas profesionales. La vida laboral se vuelve una achantadera eterna que a lo largo de los años les mantiene amarrados a un trabajo que no les gusta, pero que se aceptó sin el más mínimo gesto de querer cambiarlo.

El no tener trabajo, no capacitarse y el no hacer nada por conseguirlo, también es un motivo de queja, las oportunidades laborales parecen pasar de largo y una buena manera de justificar el achante es responsabilizar a los gobiernos, a las empresas, a la economía y a los demás por no facilitar un empleo a medida.

De la política es mejor no hablar, la gente se  queja de los dirigentes, pero en la mayoría de los casos les otorgan un respaldo basado en razones diferentes al cumplimiento de sus propuestas de gobierno. La política puede incluso llegar a ser una queja con gusto.

Hoy, solamente podemos decir que al abrir la puerta de nuestra vida a la quejadera, esta se convierte en hábito y costumbre, cerrando el paso a la acción, a la toma de decisiones, al cambio y a las oportunidades.

No hay que quejarse tanto, se trata de reaccionar ante todo aquello que nos afecte, de decir y hacer cosas que no se queden simplemente en palabras.

La quejadera no es mala siempre y cuando no se convierta en la mejor amiga de la achantadera; la quejadera debe aliarse con el cambio y no con el miedo,  con la acción  y la decisión, porque al final actuando es la única manera que tienen los seres humanos de hacer algo por lograr los objetivos, avanzando así en lo personal y profesional hacia una mejor sociedad.

Si nos quejamos de todo y por todo, esa tendencia se convierte en rutina y se pasan por alto las acciones que se deberían tomar para cambiar situaciones con las que no estemos de acuerdo. No es tan difícil no quejarse, es simplemente pensar en lo que realmente nos gustaría cambiar, hacer, tener, vivir, es pensar en los sueños y en las metas e ir a por ellos.

Todo cambio se logra quejándose menos y actuando más, saliendo precisamente de la achantadera que no es más que la zona de confort de aquellos que ven la vida pasar sin pena ni gloria.

 

Por: Diana Sofía Martínez Ordosgoitia

Mail: diasof17@hotmail.com