jueves, noviembre 21, 2024
Opinión

LA MARCHA DE LOS QUE ESTÁN HARTOS Y CANSADOS

Los que se oponen a la marcha nacional convocada para el próximo 21 de noviembre en Colombia, lo hacen apelando al miedo y argumentando que existe una programación de actos vandálicos para ese día que pretenden generar el caos y desestabilizar al país.

El panorama de los países vecinos hace pensar a muchos colombianos que el turno ahora le corresponde a Colombia y que se trata de un efecto contagio de manifestantes que pretenden usar la violencia y los disturbios para ir en contra de las políticas y medidas del Gobierno Nacional.

Si nos ponemos en el lugar de los marchantes o en el zapato del otro como se dice, quizás, entendamos las razones que les motivan a participar en una convocatoria en contra de muchas propuestas alarmantes, entre ellas, la reforma tributaria, en la que se planteaba un bajón en la carga de impuestos de las empresas, con el argumento de generar empleo.

Ese mismo empleo que  se consideró ofrecer a los jóvenes con un salario mínimo diferencial y que al momento fue cuestionado, por tal vez tratarse de un insinuado nuevo salario mínimo paupérrimo, que no reconoce el esfuerzo de una generación que merece ser tratada con respeto e incentivada con mejores condiciones laborales.

Se habla de propuestas “descabelladas” que pretenden establecer salarios mínimos por regiones y acabar con las indemnizaciones por despidos, más impuestos a la clase media, etc.

Esto nos recuerda la llamada “política de crecimiento económico” que en el pasado prometió generar más empleo y cuyo resultado no fue otro que recortar los beneficios de los trabajadores y aumentar la desigualdad en la distribución de la riqueza.

Algunos marcharán por temor a una reforma pensional en la que se suavizó la propuesta de  acabar con el régimen de prima media y aplicar una cotización del 20% del salario o tocar el ahorro de muchos años de trabajo para invertirlo sin las mejores garantías, entre otros aspectos.

Llegados a este punto, nos preguntamos: ¿Lo soñamos?, ¿Esto nunca nadie lo dijo?, ¿Nunca existió la intención de radicar los proyectos de reforma pensional, laboral y tributaria? ¿De dónde salieron todos estos comentarios?, en fin…

Estamos en el país del “dónde dije digo, ahora digo Diego”, es decir, digo exactamente lo que entiendes pero a la vez digo lo contrario, se desdice o sencillamente se cambia de  discurso. Esto lo vemos a diario en las declaraciones que se hacen desde el presidente hasta el último en opinar.

La gente saldrá a marchar porque las contradicciones de los funcionarios de este Gobierno han sido contrastadas con sus propias palabras y las declaraciones de un antes y un después se cambian con facilidad a conveniencia.

La percepción que existe es que el gobierno lanza propuestas para tantear a los colombianos y según las reacciones sociales ir poco a poco metiendo los micos en el congreso.

Los jóvenes marcharán porque sienten miedo ante un discurso inestable que les muestra un futuro peor que su realidad actual.

Los colombianos marcharán porque están cansados de pedir una cita médica y rogar por unos medicamentos, sintiéndose tratados como ciudadanos de segunda.

Otros, por tantas muertes violentas, asesinatos de niños, de líderes sociales y reclusiones de menores por parte de los grupos al margen de la ley.

Algunos marcharán sin saber por qué, pero cansados de ver cómo se incrementa la riqueza de muchos empresarios y aumenta la pobreza al mismo tiempo para la mayoría de los colombianos.

La corrupción también obliga a marchar, es esa nube negra que intenta manipular todo lo que sucede a su alrededor, acomodando sentencias judiciales y amenazando a quienes pretendan interponerse en su paso.

Colombia marchará como otros países de América Latina y el mundo, cuyos ciudadanos sienten vulnerados sus derechos o simplemente se han hartado de la política actual.

No veo el motivo para impedir que la gente marche en un país de libertades democráticas, de libre expresión y manifestación.  No veo por qué coartar esa decisión personal a la gente que se siente cansada y que no aguanta más.  No veo las razones para impedirles el derecho a la protesta, no entiendo el por qué ir en contra de los ciudadanos que se sienten inconformes.

“Que marche quien SI quiera y quien NO, que no lo haga”, no hay posición más democrática que esa y ojalá sea una manifestación en PAZ que siente un precedente de hartazgo y obligue a la clase dirigente a pensar más en los ciudadanos que en sus propios intereses.

Por: Diana Sofía Martínez Ordosgoitia

Mail: diasof17@hotmail.com