jueves, noviembre 21, 2024
Opinión

LA BARRANQUILLA QUE VIVE EN MIS SUEÑOS

Mi primer escrito es para mi recordada y amada ciudad. Se dice que quienes nos radicamos en otros países, solamente regresamos a nuestra tierra para visitar a los familiares y amigos y nos olvidamos del día a día que en ella transcurre, algo nada cierto, porque a pesar de vivir muchas aventuras en otros lugares, nunca nos vamos del todo y por eso no necesitamos volver.

Se dice que los periodistas nunca dejamos de serlo desde el primer día en que la vocación toca nuestras vidas, en eso estoy totalmente de acuerdo y no hay discusión, somos periodistas para siempre, para toda la vida.

Se dicen tantas cosas por la calle, por las redes sociales y en los espacios donde nos movemos todos los días, que es casi un pecado no contar lo que vemos, escuchamos, vivimos e imaginamos.

Decimos que el periodismo es comunicar y hablar de noticias e informar de acontecimientos que suceden, pero aquí discrepamos un poco con los que puedan pensar así, para nosotros el periodismo va más allá de las noticias, e implica un alto sentido de responsabilidad social y tiene como uno de sus objetivos ayudar a mejorar justamente la vida de los ciudadanos. El periodismo también debe crear conciencia ciudadana.

Estando exactamente a 7 mil 617 kilómetros de distancia y tener la oportunidad de acercarnos a la ciudad que nos vio crecer, es una gratitud inmensa con las personas que nos ofrecen esos espacios a través de los medios tecnológicos y sociales.

A pesar de la lejanía siempre queremos hablar, siempre tenemos algo que decir y que contar y aquí estamos de corazón, aprovechando esta posibilidad de comunicación con la maravillosa gente de nuestra tierra.

Barranquilla ha crecido, está cambiando, está tomando esa visión de ciudad de negocios, turística, cosmopolita y de desarrollo, que implica por nuestra parte un sentido de responsabilidad y de pertenencia.

Es como la madre que no tenemos cerca pero de la cual nos sentimos muy orgullosos y a pesar de los errores que podamos ver en ella, nos centramos en sus virtudes y en mitigar un poco sus defectos.

Barranquilla crece y sus ciudadanos debemos estar a su altura, es imprescindible que el crecimiento no solamente se vea sino que se sienta en el cambio de comportamiento de la gente. A Barranquilla no solamente hay que quererla, hay que amarla y cuidarla como el tesoro sobre el que reposan nuestros pies.

Barranquilla lo tiene todo para ser feliz, pero necesita que le entreguemos más de nosotros mismos, necesita que la consientan, que hagamos piña en torno a ella y que la reafirmemos como el mejor vividero del mundo.

Desde el exterior miramos las cosas desde otro punto de vista, queremos que nuestra ciudad tenga todo lo mejor que vemos y que existe en otras ciudades y paises del mundo. Barranquilla se merece la limpieza y la tranquilidad que se respira en las calles de Suiza, se merece la atención en salud y la infraestructura vial que hay en España, el verde y las flores de Holanda en primavera, se merece el sistema de transportes de Londres, el amor que se siente por París, la majestuosidad de las playas del mediterráneo, el colorido de los pueblos de Italia, el trato laboral que ofrecen a los trabajadores en Alemania y en Europa en general. Tantas experiencias y lugares del mundo que son ejemplo de desarrollo y cuyo sueño es plasmar esas realidades en una única ciudad.

La Arenosa merece que sus ciudadanos reafirmemos ese sentido de pertenencia que debe ir acompañado de pequeños cambios de actitud. Seamos pupis con Barranquilla, pintemos las fachadas de las casas, limpiemos sus andenes, lavemos sus calles y terrazas, sembremos árboles y flores, tengamos un jardin en cada casa, seamos amables entre todos, no arrojemos basuras en las calles. Pensemos en desarrollar la ciudad por encima de los estándares de otras ciudades colombianas sin perder nuestra autenticidad y alegría.

Comencemos por creernos que somos los mejores “con cierta modestia”, entremos en la tendencia de la sana competencia por mejorarnos así mismos y que el orgullo que sentimos por nuestra ciudad lo demostremos con creces y que todo aquel que cruce por una de sus entradas, admire no solo la amabilidad, la alegría y el calor de su gente, sino que además le vislumbre el entorno.

Si eres un dirigente que dices querer a Barranquilla, debes darle la mejor calidad en las obras y nunca aquello barato que se caiga a pedazos a los pocos meses. Procura que las obras sean eternas como ese amor que le profesas.

Si eres un empresario, trata bien a tus trabajadores, ofréceles tiempo de conciliación laboral y familiar, permíteles disfrutar de los espacios y el ocio de la ciudad sin pretender que la vida gire en torno a unas extenuantes jornadas laborales.

Si eres un ciudadano que dice adorar su ciudad, deja de lado la agresividad, la intolerancia y la violencia, demuestra tu amor con el cuidado de sus parques, en el trato ciudadano, en el bello entorno de tu cuadra, en el cuidado del mobiliario urbano, ama a Barranquilla, invádela de flores, reverdece sus espacios para que puedas respirar aire puro, cuida a sus animales, cuida el sistema de transporte, etc.

Las calles de Barranquilla no deben llorar por el agua estancada, la violencia no debe teñir sus andenes de rojo, la suciedad en las vías no debe opacar tu vista, el ruido no debe agredir tus oidos, la hierba seca no debe reflejar la sequedad del alma.

Barranquilla no necesita solamente crecer en territorio e infrestructura, necesita sentirse amada, sentirse que avanza hacia un verdadero desarrollo. La Barranquilla que vive en mis sueños da pasos agigantados para convertirse en realidad, solo hace falta que todos, absolutamente todos, soñemos lo mismo.