Enrique A. Wulff es un escritor venezolano cuya experiencia como misionero seglar en Suramérica, China, Pakistán y África, le han dado la suficiente experiencia como para plasmarla en su libro Misionero sin misión. Es toda una experiencia de vida.
Esta obra refleja, con franca fidelidad, una experiencia de vida, una apertura al mundo de las ideas y de las ilusiones relacionadas con lo que se entiende por ser misionero.
En el caminar de esta experiencia, la realidad va modificando el pensar y el sentir, dejando un extraño aprendizaje de vida lleno de manifestaciones de las calidades, cualidades, esencias y debilidades de las consciencias que van participando.
Es un crecer entre la salud, la enfermedad y los conceptos y posibilidades de la medicina, experimentar el arte de dejar ser lo que se es y de balancear lo que uno cree que debe ser. Es un conocer la diversidad en sus idiosincrasias, dejándose inundar de sus contenidos sin permitir que estos nos saquen del camino.
Relata esta obra el movimiento en el tiempo de un médico neurólogo que va explorando las extrañas fronteras entre el querer ayudar y el querer que lo ayuden a uno, en donde la alopatía y la homeopatía se entrelazan, de tal manera, que pierden noción de las barreras que las limitan.
El contacto con las cualidades individuales de personas con culturas variadas a través de países suramericanos, asiáticos y africanos van llevando a este médico neurólogo a entender que la salud y la enfermedad son manifestaciones de la conciencia y no de fuerzas o debilidades de un cuerpo, aprendiendo, en el ínterin, que la sanación no radica tanto en medicinas como en el reconocimiento del potencial que tenemos en nosotros mismos.
LA ENTREVISTA
En una extensa entrevista, Wulff nos cuenta detalles de su vida y como “Misionero sin misión” vio la luz.
Háblanos un poco de ti.
Soy el quinto hijo de una familia de 13 hijos. Nací en Caracas, Venezuela. Me gradué en la Universidad Central de Venezuela de Médico-Cirujano el 16 de diciembre del 1976. En una búsqueda de alcanzar a poder ser “buen médico” me fui a Cambridge, Inglaterra, a continuar con estudios de post-grado en el área de Pediatría que continué en el Hospital Infantil de México. Pensando que ser buen médico radicaba en la adquisición de conocimientos y experiencias clínicas, continué realizando estudios de post-grado en las áreas de Neurología Pediátrica y Neurología General en la Universidad de Baylor y la Universidad de Texas, en Houston; luego en la Universidad del Sur de la Florida, en Tampa; luego en la Universidad de Carolina del Norte, en Chapel Hill; y luego en el área de Complicaciones Neurológicas del VIH y el Sida, en el Mount Sinaí Medical Center, en New York.
El contacto humano en sus momentos de estrés emocional, físico y existencial me fue enseñando, a una gran velocidad, a que el arte de ejercer la Medicina radicaba en la capacidad de reconocer la divinidad que se encontraba en el ser humano que se encontraba frente a mí, como paciente. Me enseñó que la Medicina era un intercambio de “Amor en Acción” y no un complejo sistemas de enfermedades y tratamiento corporales de las mismas, basados en la química y modificaciones quirúrgicas de las áreas corporales en dolencia.
EXPERIMENTAR
Por más que intentaba ver a los pacientes como una extensión de mí, buscando la esencia del desequilibrio que originaba en primer lugar sus dolencias… mi posición en el esquema burocrático de la Medicina Alopática mantenía un “extraño abismo” entre ambos que nos posicionaba en posiciones de poder de mi lado y en posiciones de no poder de su lado.
Se despertó en mí la fuerza necesaria para dejar de un lado temporalmente, el egocentrismo que involucra “super especialista” en el área de Medicina Alopática y lanzarme a experimentar lo que la “Medicina” realmente es…
A principios de la década de los 90’s tomé la decisión de experimentar a la gente directamente a su nivel y en sus condiciones existenciales… como un ser humano que tenía como agravante el haber tenido la oportunidad de adquirir muchos conocimientos y “experiencias” en las áreas de especialización médica. Aquí comienza la aventura misionera de Suramérica.
Posteriormente, experiencias existenciales me involucraron personalmente que se fueron entremezclando como que si fueran diseñadas por un destino de “misionero sin misión”… que me llevaron a experimentar solo y posteriormente en compañía de mi esposa Carolina, regiones de Zambia, Tanzania, Kenia (en África); y China y Pakistán (en Asia).
A lo largo de las experiencias fui descubriendo que nuestra conciencia y nuestra capacidad de estar conscientes, de que estamos conscientes… jugaba un papel primordial en nuestra calidad de vida. Que realmente teníamos en nosotros todas las respuestas, pero no sabíamos cómo formularnos las preguntas adecuadas. Que el secreto de la salud radicaba en el sincronismo y la armonía entre el sentir, el pensar, el actuar y el hablar, siendo el hablar el catalizador.
Actualmente, me encuentro experimentando la sabiduría de vida de la población “de la tercera edad” del Sur del Estado de la Florida como Neurólogo Geriatra.
UNA FLOR EN EL ASFALTO
¿Qué podremos encontrar entre las páginas de Misionero sin misión?
En las páginas de “Misionero sin Misión” encontraran las aventuras que experimenta un médico neurólogo “alopático” en esencia tratando de generar una simbiosis con la homeopatía. Como alguien que es literalmente “una flor de asfalto” se lanza a recorrer en una camioneta 4×4 Suramérica, la Selva Amazónica, cruzar la cordillera de los Andes, etc., etc.
Cómo sobrevive condiciones “misioneras” de toda índole en Los Ángeles, California, África y Asia.
Cómo se va enfrentando a realidades que involucran controversias religiosas, culturales, existenciales. Cómo va sobresaliendo de los enredos entre los vaivenes de la espiritualidad, el servicio comunitario, las creencias religiosas y las burocracias locales.
“Misionero sin Misión” conlleva experiencias con las que puedes resonar y sobre todo ayudarte a visualizar el mundo polifacético de una misma realidad compartida en una diversidad muy poco entendida y sobre todo no aceptada en muchas ocasiones.
¿En qué ingrediente reside la fuerza de este libro?
La fuerza de este libro reside principalmente en la exploración de vida de múltiples posibilidades que se van presentando en realidades esperadas, y en muchas que ni siquiera han sido imaginadas. Es un paseo ligero entre lo virtual de una idea, de una ilusión, de una espiritualidad y de un deseo de servicio… y su inminente materialización en una realidad que iba sorprendiendo a medida que se desenvolvía.
TODOS SOMOS MISIONEROS
¿Qué quieres transmitir a través de este libro?
Este libro quiere transmitir que todo lo que necesitas en esta vida es aprender a disfrutar de lo que tienes y haces sin preocuparte que debes tener o hacer lo que te han dicho. Que el servicio misionero radica en tu día a día con excelencia, y no en lugares sublimados por las religiones y creencias religiosas. Que todos somos misioneros de nuestras propias vidas. Que si aprendemos a experimentar el Dios que está en nosotros y en los otros… podemos experimentar el “cielo” en nuestra realidad diaria y no en como lo han creado las religiones y culturas en la imaginación para un “después”. Que todos somos esencias espirituales experimentando lo que tenemos que experimentar en la mundanidad para el bien común de todos como humanidad y como miembros de un universo que estamos comenzando a conocer.
¿Cómo describirías tu trayectoria de escritor desde la primera publicación hasta esta última?
Como cualquier persona que va aprendiendo a poner en palabras una emoción, un pensamiento, una acción… uno va palpando la facilidad como las ideas se van armando entre ellas al ser plasmadas en palabras, como las emociones van encontrando su lugar entre líneas, como se puede ir dejando la linealidad de un pasado, un presente y un futuro para entremezclarlo, lo más sutilmente, en un presente continuo. Comenzar a escribir es comenzar a conocerse, seguir escribiendo es explorase en el mundo de las probabilidades y posibilidades… y el saber que lo escrito es leído es experimentar la espiritualidad con benevolencia, es sentir que somos parte del lector, de su pensar y de su sentir… es realmente sentirnos que todos somos uno y que uno somos todos.
DISLEXIA DEL DESARROLLO
¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Por qué lo elegiste?
El haber nacido con una condición conocida como “dislexia del desarrollo”… no me permitió experimentar el placer de transportarte en el mundo elaborado por el escritor. Desde que comencé a tratar de plasmar en palabras la revolución de ideas, pensamientos y emociones que se generaban en mí… fueron apareciendo muchos libros ante mí. El último libro fue un libro escrito por Aurelia Louise Jones, llamado “Telos, Revelación de la Nueva Lemuria”. En mi afán de intentar conocer lo que no sé que no conozco me incline “sin realmente saberlo con claridad a leerlo”. Podría decir que fue por una emoción que no se dejó manipular por la razón. Fue como subir un peldaño en la escalera de mi vida que me permitió ver un horizonte frente a mí que no sabía que existía.
Y ahora qué, ¿algún nuevo proyecto?
Ya no me atrevo a peguntarle a la vida…: “¿y ahora qué?”. Creo que los proyectos ya están, pero todavía no lo sé. Espero que sean muchos proyectos que me sigan sorprendiendo y enseñando. Comencé hace varios años a escribir un manuscrito ya que soñaba con una frase que fue su título: “Si no despierto soy una mentira”. Comencé a escribir principalmente para entender por qué pensaba en esa frase constantemente. En medio de los manuscritos que se comenzaron a escribir desde ese entonces… apareció la idea de escribir “Misionero sin misión” principalmente para evitar que se me fueran olvidando lo vivido y experimentado. Ahora, gracias a ustedes, lo vivido y experimentado, “en cierta forma” no solo no será totalmente olvidado, sino que tendrá la oportunidad de ser compartido para bien del lector.