Aunque hay un déficit en la investigación y desarrollo de nuevos antibióticos, para abordar la alarmante situación de la resistencia antimicrobiana se requiere también impulsar una prescripción más racional y aumentar la capacidad de identificación de los microorganismos responsables de infecciones.
En este sentido coincidieron funcionarios de la Organización Mundial de la Salud (OMS) durante el cuarto encuentro de la Red de Centros Colaboradores de la OMS para la Evaluación de Calidad y Vigilancia de la Resistencia a los Antimicrobianos (RAM), que tuvo lugar en Buenos Aires.
“Tenemos que asistir a los países para usar los fármacos de una manera responsable. Podemos producir nuevos antibióticos, pero no es solo una cuestión de innovar: si no corregimos la prescripción y los diagnósticos de laboratorio a nivel de los países, vamos a perder esos fármacos tan pronto estén disponibles”, señaló la Dra. Kitty van Weezenbeek, Ph. D., maestra en salud pública, directora de Vigilancia, Prevención y Control de la Resistencia Antimicrobiana de la Organización Mundial de la Salud (OMS), con sede en Ginebra, Suiza.
Van Weezenbeek enfatizó que, aunque no hay en la actualidad faltantes de antimicrobianos, hay un ritmo lento de desarrollo y lanzamiento de nuevos fármacos destinados a combatir infecciones multirresistentes para los que existen pocas opciones terapéuticas.
Farmacéuticas en bancarrota
“Lleva de 10 a 15 años desarrollar un nuevo antibiótico”, señaló. Y mencionó que “la mayoría de las industrias farmacéuticas que se han dedicado al desarrollo de antimicrobianos entraron en bancarrota”.
¿Por qué hay tan pocos incentivos de mercado cuando se necesitan tanto esos fármacos y se calcula que por la resistencia antimicrobiana fallecieron 1,2 millones de personas en 2019, más que las muertes por malaria, tuberculosis y virus de inmunodeficiencia humana en conjunto? “Una razón es que la industria farmacéutica gana más dinero con tratamientos de largo plazo, como cáncer y enfermedades respiratorias. El otro problema es que se dice a la población entera que no se usen los antibióticos”, señaló la Dra. Van Weezenbeek.
“La duración de los cursos de tratamiento antibiótico es de pocos días, sobre todo, cuando estamos promoviendo su uso racional. Por lo tanto, la tendencia es que la cantidad total de antimicrobianos que se utilizan sea más baja y por eso no es tan rentable”, añadió la Dra. Carmem Lucia Pessoa-Silva, Ph.D., jefa de la Unidad de Vigilancia, Evidencia y Fortalecimiento de Laboratorios del Departamento de Vigilancia, Prevención y Control de la Resistencia Antimicrobiana de la OMS, en Ginebra.
En ese aspecto, la Dra. Van Weezenbeek señaló que los países miembros están trabajando para abordar ese problema en conjunto con compañías farmacéuticas y universidades y que la respuesta de la OMS ha sido implementar un mecanismo global con un enfoque de salud pública para crear un mercado “saludable” y equitativo para estos medicamentos.
Se agravó con pandemia
“La resistencia antimicrobiana es una de las principales amenazas para la salud pública global que tienen impacto en la salud humana, pero también en la producción animal y agrícola y en el medio ambiente” y las estrategias para enfrentarla basadas en el enfoque de “una sola salud” deben involucrar a todos los actores, los sectores sociales y a todos nosotros como ciudadanos, exhortó la representante de OPS/OMS en Argentina, Eva Jané Llopis, Ph. D., maestra en liderazgo global.
En la raíz del problema de la resistencia antimicrobiana está el uso extendido de estos fármacos como promotores del crecimiento en la producción animal, para lo cual varios países han sancionado regulaciones, así como también “malentendidos” en la relación de médicos y pacientes cuando no hay suficiente acceso oportuno a diagnósticos de laboratorio, sobre todo, en países de bajos y medianos ingresos.
“La gente piensa que, si reciben antibióticos de amplio espectro, les están prescribiendo los mejores antibióticos; y los médicos, porque no hay servicios de laboratorio, prescriben los antibióticos de amplio espectro porque quieren ayudar a los pacientes. Pero eso termina causando más resistencia a fármacos y en sí no son buenos para los pacientes”, aseguró la Dra. Van Weezenbeek.
Según datos el sistema global de vigilancia de uso y resistencia de antimicrobianos (GLASS) de la OMS, implementado en 2016 y cuyos primeros resultados se publicaron a fines de 2022, las tasas de resistencia a antimicrobianos son más bajas en países y territorios con mejor cobertura de testeos de laboratorio. Sin embargo, la Dra. Pessoa-Silva reconoció que el monitoreo “aún no produjo datos representativos”, porque muchos países no tienen o recién empezaron a poner en marcha sistemas de vigilancia.
Cada vez más preocupante
Pero, aun con sus limitaciones, los indicadores disponibles marcan un escenario cada vez más preocupante. “Por ejemplo, en muchos países, las bacteriemias e infecciones urinarias por Escherichia coli tienen niveles de resistencia a los antimicrobianos de primera línea que ronda 10-20%, por lo que el riesgo de fracaso terapéutico es muy alto”, manifestó la funcionaria.
Según las últimas estimaciones, en el mundo muere un niño cada 2 o 3 minutos por la resistencia antimicrobiana. Y la situación es particularmente “dramática” en las unidades de cuidados intensivos neonatales, donde los brotes de infecciones multirresistentes tienen una mortalidad de 50%, alertó la Dra. Pilar Ramón-Pardo, Ph. D., líder de equipo de Programa Especial de Resistencia Antimicrobiana de la OMS.
Las tasas de resistencia antimicrobiana también se agravaron durante la pandemia por la indicación masiva e inapropiada (no ajustada a guías o protocolos) de antibióticos en pacientes hospitalizados.
La Dra. Silvia Bertagnolio, médica infectóloga y jefa de la unidad de estrategias de control y respuestas de la División de Resistencia Antimicrobiana de la OMS, señaló que los datos de una plataforma clínica global sobre más de 1.500.000 pacientes hospitalizados por COVID-19 desde 2020 muestran que 85% recibió tratamiento antimicrobiano, pese a que solo 5% tenía una infección concomitante al ingreso. “Es más fácil dar antibióticos que hacer un diagnóstico adecuado”, lamentó.